El caos que nos fabrican

Por Edgar Borges

Hay un caos imponente y extraordinario por el que se rige la naturaleza. Hasta los detalles de ese orden son manifestación del caos. Nuestro vínculo como humanos, es con el entramado de ese caos. Sólo que hemos perdido su tempo y nuestra ubicación en el espacio. En la estructura social también se inventa el caos. Ese es el caos que sistematiza el poder a su conveniencia. El ruido lo controlan quienes guardan silencio.

El poder rentabiliza la rabia de las mayorías. Sólo una mente quieta puede responder con efectividad al contrario. Y en la acelerada rutina terminamos confundiendo las dos formas de caos. Cambiamos conceptos y suspendemos decisiones. Naturaleza por destino y evolución por adaptación. Es posible que pocas personas duden de que el mundo actual atraviese un caos generalizado. En la industria mediática tanto periodistas como analistas insisten en el tema. Con vehemencia se nos informa que nadie controla nada, que Internet ha llegado para derribar poderes y creencias.

El caso del mundo árabe es quizá una de las mayores pruebas del absurdo informativo al cual estamos asistiendo. Se nos pretendió hacer ver que la llamada “primavera árabe” era producto de la “revolución” de las redes sociales. De la noche a la mañana Facebook y Twitter se convirtieron en las “espadas salvadoras” de los “guerreros” del siglo XXI. En los últimos días, con un simulacro de película difundida en Internet, en la que se pretendía ofender a Mahoma, se nos habla de que el mundo árabe ha pasado de la primavera al invierno. Ante ambos sucesos, y todos los supuestos “huracanes sociales” que nos hacen ver que está moviendo la red, me asaltan muchas interrogantes.

¿Es realmente Internet un arma constructora de opinión pública o sólo una repetidora de lo que difunden los medios convencionales? ¿Cómo puede la red mover a masas que aún no disponen de su uso? ¿Es Internet, hasta ahora, una estrategia para construir una realidad paralela a la verdad social? ¿A qué clase de divorcio estamos asistiendo con esta dualidad de realidades ambas manejadas, quizá para un mismo fin, por el poder global? ¿Nos pretenden reducir a espectadores de una realidad falsamente participativa?

Es posible que detrás de estos acontecimientos estén las manos que administran los recursos de la tierra. Si la “primavera árabe” fue una revuelta sospechosa, tal vez el “invierno árabe” (con todas las ofensas a las creencias de los musulmanes) sea una nueva treta en la larga escalada del caos como estrategia de guerra. El poder alojado en los Estados Unidos conoce los mil sinónimos del término colonización, y los aplica tanto en la aparente paz como en la guerra directa. Sembrar la rabia en sus contrarios es uno de sus principales recursos, de esa manera descoloca al rival y lo saca de la poderosa batalla de las ideas.

La ira, como capital de desgaste, podría ser el arma que ese poder esté usando contra el mundo árabe. ¿Qué ocurriría si desde el mundo musulmán se les plantara cara a los maestros de esta guerra con la estrategia de la palabra como respuesta? La bestia hambrienta de poder sabe cómo quebrar la racionalidad del otro con el uso de la ira. Sólo una ofensiva razonada podrá enfrentar con opción de triunfo a esta forma de “colonización discreta”.

Son muchos los analistas que ya hablan de Internet como el gran liberador de la raza humana. Hace poco uno de estos expertos del orden establecido decía que “ya no existen secretos ni totalitarismos gracias a la “democratización” de las redes sociales”. Éste sabio se refería a Internet como el espacio donde con la publicación de un breve texto o foto cualquiera puede derribar al más terrible de los imperios. Incluso, llegó a definir lo que estaba ocurriendo como “un caos no controlado por ningún poder”. Sabemos que el caos se planifica; hay expertos en gestionar el caos para beneficio de una minoría observadora.

Quizá lo que esté detrás de la forma como se pretende gestionar Internet sea la pretensión de levantar un caos paralelo que nos aleje la mirada de la verdad social. Importante sería que en Internet o en la calle no perdamos de vista el movimiento del caos real que gestiona la naturaleza en coherencia con nuestro sentir de humanos. En ese caos cósmico hay preguntas que nunca podrían resistir los fabricantes del caos social como estrategia de colonización discreta.

Edgar Borges escribe desde España.

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