“El celu”

Por Lilia Veloz
La primera comunicación a través del teléfono celular, cumplió 40 años el pasado jueves 4, y ello nos conduce a reflexionar sobre las diferentes distancias que miden nuestra memoria como impulsora de proyecciones hacia el futuro, pues en ese momento la población del mundo estuvo muy lejos de imaginarse la enorme trascendencia que adquiriría en nuestra vida cotidiana ese novedoso instrumento.
A través de él, la gente se comunica e incomunica, se informa y desinforma, documenta, espía y es espiada, de convierte en adicta y se la acusa de que su uso abusivo es responsable de tumores cerebrales. “El celu”, a la vez de comunicarnos, es capaz de encerrarnos en un mundo autista que nos aísla del prójimo y de la sociedad, y nos excluye del tan necesario y humano diálogo familiar.
La libertad individual y su sagrada intimidad, queda pues, a merced de ese pequeño objeto móvil, al extremo que en Estados Unidos, la policía confiesa que espía a los ciudadanos utilizando las señales de sus celulares, tal como reconoció semanas atrás ante el Senado Matthew Olsen, Abogado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), recién designado Jefe del Departamento Antiterrorista.
“Hay circunstancias” en las que los servicios de inteligencia tienen poderes plenos para localizar a ciudadanos dentro del territorio de nuestro país, empleando las transmisiones de sus teléfonos inteligentes, declaró el alto funcionario.
A pesar de lo que se comprueba a cada instante, de todas maneras hay que hacer cierto esfuerzo mental para comprender los cambios que la tecnología, y no necesariamente la ciencia, está generando en las relaciones humanas.
Años atrás, y no muchos, cuando veíamos a una persona gesticulando a solas en las calles, en lugares de trabajo o en el propio hogar, pensábamos que podía estar loco o en vías de devenirlo.
Hoy, de pronto, ves que un congénere dice “¡hola!”, y reaccionas automáticamente con otro ¡hola!, con la más armoniosa de las voces y con tu mejor sonrisa, respondiendo a tan sorpresivo saludo, mientras tu mente trabaja a toda velocidad para recordar dónde antes habías visto ese rostro.
Hasta que caes en la cuenta de que no eras tú el destinatario del saludo. Entonces tu sonrisa se congela y apuras el paso para que no se dé cuenta de tu perturbación, lo cual, sistemáticamente, resulta innecesario, pues el autor del “hola” sigue enfrascado en su conversación a través del “celu”, ajeno al mundo que lo rodea.
Lo mismo sucede cuando ese celuman conduce un vehículo. ¿Cómo puede concentrarse en el manejo si todos sus sentidos están pendientes del pequeño aparatito, tan útil para muchas cosas como la incomunicación moderna?
Tiempo atrás, antes de salir del domicilio hacia la selva de cemento, chequeábamos documentos, dinero, lentes, libreta de apuntes, lápices, pero ahora tu lista comienza prioritariamente por el celular.
Para algunas personas ya no es una herramienta de comunicación, es un aparato que se incorporó dándose estatus social. Me contaba mi esposo que cuando recién arreciaban los teléfonos móviles, en una conferencia médica se prohibió entrar con ellos y se requisó los mismos en la recepción del evento.Terminado el encuentro científico, muchos de esos aparatos fueron abandonados por sus dueños y, para sorpresa de los recepcionistas, la mayoría eran ¡¡de juguete!!
Los estudiantes lo llevan escondido a las aulas, donde están prohibidos, y a hurtadillas chatean o leen los “copiatines” del examen.
Inútil ir contra la corriente, si tú no le compras un celular a cada uno de tus hijos, estos hacen cualquier malabarismo financiero para adquirirlo, si es que no tienen la suerte de encontrar uno caído u olvidado, y tampoco falta el amigo de la familia que le regala uno como un gran presente, pues ya había reemplazado el suyo por uno más moderno. ¿Cómo no va a tener un celu si todo el mundo tiene?
A la salida de los colegios y universidades, a la nochecita, las figuras humanas parecen luciérnagas con sus adminículos encendidos, sin duda muy útiles para informar a los familiares hacia dónde se dirige cada uno, pero a menudo ello constituye solamente una pose presumida, sin prever que también puede provocar agresiones y asaltos que en ocasiones llegan al asesinato, en una época que la vida humana tiene muy poco valor.
Por ahora, el celular es casi mi enemigo, aunque no ignoro que, bien utilizado, como la política, tiene mucha importancia. Muchas veces he pensado seriamente comprarme uno de juguete por si me asaltan en la calle y me espetan ¡¡dame tu celular o te mato!! Yo respondería, “¡¡por supuesto, aquí lo tiene, lo había comprado pensando en usted, caballero!!”.
La tecnología moderna que, al inicio, sólo lo habilitaba como un teléfono móvil, lo ha ido transformando en filmadora, linterna, cámara de fotos, radio, TV, internet y otros.A lo mejor, pronto nos conectará con extra terrestres, mientras nos aislamos del mundo que nos rodea.
¿Mi número de celular?… eh, no tengo y, aunque me obsequiaron uno, no conozco sus dígitos.
Hay días que me pregunto si mis hijos no me miran como a una cavernícola. Puedo llamarlos tres veces y, generalmente, no me escuchan, pero si suena el celular, salen como viento huracanado.
Fuente: ARGENPRESS CULTURAL

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