El Salvador tiene un potencial inmenso por su calidad humana

Por Consuelo Hernández

Tuve el honor y la fortuna de ser invitada al XIV Festival Internacional de Poesía en El Salvador dedicado a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, prototipo del hombre que encarnó los más altos valores humanos.

Él es ejemplo de solidaridad para el mundo por su lucha sin tregua en busca de la justicia y la libertad del pueblo sufrido y atribulado por la Guerra Civil que los dejaba huérfanos.

Su valentía y arrojo por recuperar el balance social lo llevaron hasta inmolar su propia vida por sus ideales antes que transar o hacerse cómodamente cómplice con fuerzas oscuras que destruían y subyugaban el país. Cien voces con Monseñor ha sido, sin duda, un festival excepcional por varias razones.

Primero, fue un encuentro poético organizado a puro pulso por poetas y ciudadanos salvadoreños que aman a su país y creen en la poesía y en la creatividad como una salida del espíritu que posibilita la vista de horizontes sin fronteras. Entre ellos debo resaltar a su líder el poeta Otoniel Guevara, su esposa y sus hijas, y un amplio equipo colaborador de la ciudad de San Salvador y de los distintos departamentos en los que se realizó el festival.

Segundo, digo que ha sido excepcional porque a pesar de carecer de los recursos económicos y corporativos de los que sería digno por su proyección y por la cobertura que alcanza, logró llevar a cabo un sueño que fue posible gracias a la mística y a la entrega de los organizadores y de la cooperación de la comunidad salvadoreña.

Tercero, excepcional también en cuanto a su alcance temporal: todo el mes de agosto. Es el más amplio festival de poesía del que se tenga noticia: un mes completo inundando con las voces de 100 poetas nacionales e internacionales la capital y muchos departamentos, municipios y cantones. Quisiera pensar que todos fuimos allí con un sentido casi misional movidos por el solo objetivo de compartir esta privilegiada forma de comunicación del alma y de rendir homenaje al paladín de la justicia y la libertad, Monseñor Romero.

La excepción de este festival también reside en el nivel de participación de la comunidad que se hizo presente en las plazas públicas, a través los estudiantes de universidades, Institutos Tecnológicos, escuelas y colegios, así como de los padres de familia y ciudadanos en general. Cuando hablo de comunidad incluyo a los líderes y lideresas que ocupan puestos de representatividad con el poder que les otorgan los miembros de sus municipios. Muchos de ellos fueron un gran soporte para este festival.

A mí me correspondió ir al departamento de Chalatenango con un grupo de poetas salvadoreños y los poetas internacionales de Costa Rica, Colombia, Finlandia, Martinica, Kurdistán e Irak, quienes habíamos viajado muchas horas desde otros países para participar de este gran ágape de la palabra. Allí presencié cómo los alcaldes y alcaldesas, los directores de las Casas de la Cultura y de centros educativos se movilizaron para apoyar el festival. Fue muy destacado el apoyo de las siguientes personas: La alcaldesa del municipio de Las Vueltas, Rosa Cándida Alas de Menjívar, una mujer excepcional con verdadera vocación de servicio público. Ella lleva cuatro períodos como alcaldesa y ha ido más allá de sus fronteras nacionales hasta otros países del continente americano, y a Europa en busca de apoyo para sacar adelante su pueblo.

La niña Rosita, como le dicen cariñosamente en Las Vueltas, abrió y cerró nuestra presentación y luego se reunió con nosotros junto a los miembros de la alcaldía y el Concejo Municipal para compartir información esencial sobre la historia de este pueblo heroico.

Las Vueltas fue totalmente destruido y abandonado durante la guerra y empezó a repoblarse y a reconstruirse con las dos olas de migrantes salvadoreños que retornaron a su pueblo en 1987 y 1994 desde Honduras, donde se habían refugiado para salvar su vida de la Guerra Civil. Estos esfuerzos aunados al ahínco y persistencia de la comunidad y de sus líderes han hecho de Las Vueltas un municipio ejemplar con una “Política Municipal de Prevención de la Violencia contra las Mujeres” que incluye derecho a la educación, a la salud, al empleo e ingresos, a la vivienda y a la participación política, entre otros.

También este festival contó con la cooperación y el apoyo del alcalde del municipio de Chalatenango, José Rigoberto Mejía, quien, a pesar de encontrarse operado de un brazo, tuvo la deferencia de acercarse para hacer la presentación en el Instituto Tecnológico de Chalatenango.

Posteriormente nos invitó a la alcaldía municipal donde nos compartió la historia del edificio donde se ubica la alcaldía. Varios aspectos me llamaron la atención de este alcalde: 1) Lleva cuatro períodos en esta posición, como la alcaldesa de Las Vueltas. 2) La manera genuina como nos contó que ha tenido que aprender sobre la marcha y en ese aprendizaje decidió quitar la bandera de su partido porque entendió que no representa un partido o un grupo sino a todos los ciudadanos del municipio. 3) La necesidad de inclusión y de acercarse a los ciudadanos lo llevó, igualmente, a cambiar su estilo formal de vestir a uno más informal que lo identificara más con su pueblo. 4) Su testimonio de que siendo un médico cirujano ha renunciado a su profesión para dedicarse tiempo completo a sus responsabilidades comunitarias.

Finalmente, debo mencionar al alcalde de Azacualpa, Pablo Antonio Martínez Molina, quien inauguró y clausuró nuestra lectura de poemas junto al director del colegio en la plaza principal del municipio, a donde acudieron los estudiantes del colegio y miembros de la comunidad. Luego tuvimos la oportunidad de compartir con el Señor alcalde Martínez Molina un ameno diálogo durante el almuerzo.

Esta peregrinación poética nos llevó al hermoso e inolvidable Municipio de La Palma donde nos sirvió de anfitrión el dedicado poeta salvadoreño, Pedro Valle y sus alumnos del Taller Literario Añil fundado en 1999. Los muchachos de Añil participaron activamente en este encuentro como guías, con sus propios poemas, como maestros de ceremonia de las lecturas que se llevaron a cabo en este municipio, distinguido por las artesanías y las pinturas de Fernando Llort, estilo que sigue creciendo en las manos de los pintores/as y artesanas/os que él mismo formó. Es de resaltar también la participación del Señor Salvador Zepeda Carrillo, quien generosamente nos alojó en el Hotel La Palma de su propiedad, un paraíso sobre la tierra, donde el aire es puro, la naturaleza fecunda y los pájaros son más libres. En la plaza principal de La Palma se encuentra el monumento histórico que testimonia del inicio del tratado de paz que culminó con la firma del Tratado de Chapultepec. También tuvimos una lectura en el municipio de Citalá, en la frontera con Honduras.

Consuelo Hernández.

A todos estos municipios fuimos guiados por la entrega y dedicación de Óscar Belarmino Delgado un joven ingeniero que en su sueño por contribuir a mejorar su comunidad coordinó toda la apretada agenda de recitales poéticos de la semana del 20 al 27 de agosto. Debo mencionar también a la directora de la casa de la cultura de Chalatenango, Marina Alas de Romero, excelente anfitriona, quien promovió los eventos que se realizaron en Chalatenango y especialmente en el Teatro Cayaguanca. Me encantó ver que entre todos sus proyectos tiene uno que incluye a los adultos mayores. La señora Alas de Romero se desplazó con nosotros hasta La Palma donde nos puso en contacto con su colega María Antonia Palencia Solís, directora de la Casa de la Cultura de La Palma.

Para cerrar esta semana, mas no el festival, el 26 de agosto tuvimos una lectura en el Centro Cívico Cultural de San Salvador, un lugar bucólico dedicado al arte, la cultura y la poesía. En ésta, confluimos 25 poetas venidos de todas partes. Por cierto, nos precedió en nuestro recital un concierto exquisito de guitarra del músico salvadoreño Ramsés Calderón, quien se encuentra residenciado en Canadá, pero lleva a El Salvador en su corazón y, además, realiza investigaciones sobre la música salvadoreña, tema sobre el cual pronto publicará su libro.

Regresé a mi casa en Estados Unidos, profundamente admirada de los milagros que puede hacer el amor por la poesía y de los grandes esfuerzos que tantísimas personas están haciendo por lograr un país que haga honor a su nombre. Regresé agradecida por las puertas que me abrieron a un mundo hermoso y desconocido para mí en El Salvador, la zona montañosa y los bellos paisajes todavía vírgenes.

Si la riqueza de un país se mide por la calidad humana de sus habitantes, El Salvador tiene un potencial inmenso. En pocos lugares del mundo se encuentra gente tan solidaria, tan amable, con el corazón abierto y el amor a flor de piel. En pocos días me sentí como en mi casa, y entre hermanos y hermanas capaces de compartir todo cuanto tienen con aquellos que acaban de llegar.

Ha sido una experiencia inolvidable y por ello desde aquí quiero decir GRACIAS a Otoniel Guevara por haberme invitado, a su familia, a todos los poetas con quienes compartí y a tantísimas personas con las que tuve la dicha de atesorar momentos que quedaron grabados en mi corazón. Mi gratitud tan inmensa solo puede caber en la poesía.

Consuelo Hernández es una poetisa colombiana residente en Estados Unidos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos Relacionados