"El silencio era aterrador": los hermanos bolivianos que ayudaron en la recuperación tras el Katrina

Alex Landívar (izquierda) junto a su hermano Martín trabajaron como voluntarios durante cuatro semanas en Nueva Orleans.
Alex Landívar (izquierda) junto a su hermano Martín trabajaron como voluntarios durante cuatro semanas en Nueva Orleans.

Por Boris Miranda
 

«En la noche no podíamos caminar porque podían dispararnos desde algún edificio», relata Alex Landivar.

Aleco, como la mayoría de sus amigos llaman al boliviano, fue uno de cientos de voluntarios latinos que ayudó a reconstruir Nueva Orleans después del paso del Katrina, el mayor huracán en tocar tierra en Estados Unidos.

Hace diez años, él era parte de una organización que apoyaba en zonas de emergencia, pero nunca imaginó que le tocaría vivir una experiencia como la que vivió después de aquella tormenta devastadora.

«No lo podíamos creer. El silencio era aterrador. Era una ciudad abandonada en la que se acumulaba la basura en las esquinas y el olor se impregnaba hasta en la ropa. Sólo veíamos edificios destrozados y tiendas saqueadas», recordó Landivar en conversación con BBC Mundo.

Él ahora vive en Palma de Mallorca, España, y las noches de tormenta todavía le recuerdan aquello que vivió hace una década.

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«El toque de queda empezaba cuando se ponía el sol. Teníamos miedo de caminar por la noche. Helicópteros y vehículos con policías y miltares patrullaban la ciudad y se escuchaban disparos de vez en cuando. Había rumores de que grupos de ladrones salían después de medianoche para saquear tiendas y supermercados», recuerda.

Mujer mira su casa después del huracán.
El huracán generó US$151.000 millones en daños, fue el más costoso de la historia.

 

1.836 personas murieron por el huracán, mitad de ellos eran ancianos que no alcanzaron a escapar. La altura del oleaje llegó hasta los seis metros.

Aleco y su hermano Martín dormían en carpas instaladas en el parqueo de un hotel Hilton. Junto a su equipo de voluntarios se encargaban de preparar y distribuir la comida a los agentes de seguridad que trataban de poner orden en una ciudad arrasada por el huracán.

«Trabajábamos en tres turnos porque se necesitaba ayuda durante las 24 horas del día. Yo y mi hermano teníamos que traducir las órdenes de los coordinadores porque la inmensa mayoría de los latinos que allí estaban casi no entendían inglés«, cuenta Landivar.

El aporte latino

El sábado, en la conmemoración del décimo año de la llegada del Katrina, diversas actividades se realizaron en Nueva Orleans. Una de ellas fue una fiesta bautizada «Gracias latinos», para reconocer el aporte de esta comunidad en la reconstrucción de la ciudad.

Alex recuerda que en su grupo estaban mexicanos, cubanos y argentinos. Él y su hermano eran los únicos bolivianos.

«Los mexicanos eran casi todos indocumentados y tenían mucho temor de trabajar junto a los policías porque creían que en cualquier momento les podían pedir sus documentos y deportarlos cuando acabe su labor», rememora.

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Casas inundadas por el huracán.
Miles de casas fueron inundadas por la gran cantidad de agua.

 

Hace 10 años, en las calles de Nueva Orleans aparecieron muchos carteles de trabajo en español. Reportes de prensa e investigaciones posteriores señalan que la mitad de la mano de obra que se encargó de reconstruir la ciudad era latinoamericana.

«Recuerdo un bar que abrió a los pocos días de la tormenta. Al dueño ya no le importaba nada y vendía todo a un dólar. Costaba lo mismo un whisky, un tequila o una cerveza», cuenta el boliviano.

Sin embargo, ir de copas no era una experiencia tan agradable en esos días. «Al lado nuestro se sentaron militares y pusieron sus armas de grueso calibre sobre la mesa. Todos se emborrachaban para escapar de la pesadilla, pero nosotros teníamos miedo de que en cualquier momento se les escape un tiro», relató a BBC Mundo.

«La gente estaba desesperada por volver a la normalidad», concluye Alex.

El grupo de voluntarios trabajó cuatro semanas en Nueva Orleans. Muchos de ellos ya volvieron a sus países de origen y otros nunca se fueron de la ciudad.

Alex ahora trabaja en una compañía de marketing y pasea por las tranquilas costas de su ciudad. Todo muy distinto a las imágenes de hace una década que conserva en la memoria, «cuando el agua arrasó con todo».

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