Marilyn y los senderos de la mano izquierda

Por Pedro Antonio Curto

Cuando a la obrera de una fábrica de municiones llamada Norma Jean la fotografiaron para una revista de las fuerzas armadas abriéndole el camino para trabajar como modelo fotográfico, es posible que le atrajese más el dinero y la posibilidad de comenzar una carrera artística, esas luces deslumbrantes del éxito, que fuese consciente de haber optado por los senderos de la mano izquierda.

En la tradición oriental estos eran el camino vital de rebeldes, herejes, artistas, vagabundos… Por el contrario la derecha representaba el orden y lo establecido. El arte ha oscilado entre ambos caminos, pues si bien su esencia y fundamento están en la izquierda, ha sido su opuesto quien lo ha manejado.

Y la mujer que apareció muerta es su cama llamada Marilyn Monroe un cinco de agosto diecisiete años después de que aquella obrera abandonase la fábrica, era plenamente consciente de esa dualidad, tan consciente que quizás fue quien la destruyó.

Porque el icono del éxito y la belleza que pretendía construir Hollywood, una estética rubia y exuberante, a la que hay que reconocerle su triunfo, su capacidad deslumbrante, y por supuesto el producir millones, tuvo un fallo: el ser a quien pretendían construir con esa imagen iconográfica, pensaba y sentía, era una mujer sensible e inteligente, dos cualidades que unidas condujeron a una rebeldía contra con los constructores de esa pin-up como máquina de dinero. Porque la Marilyn soñada por Norma Jean era una, la de ellos era otra. Y entre ambas se estableció un combate dialéctico.

La primera era una mujer con una pulsión creativa, que trataba de superarse, aprender, la actriz que quería interpretar a Gruchenka, un personaje de los Hermanos Karamazov, la que aspiraba al triunfo y el reconocimiento, pero sin pisar cadáveres, como contaba de un sueño que tuvo: “He soñado que estaba de pie en una iglesia, completamente desnuda, y que todos estaban acostados a mis pies sobre el suelo y yo caminaba desnuda, con una sensación de libertad, por encima de sus cuerpos tendidos, procurando no pisar a nadie.”

Pero ese sueño estaba condicionado por quien sí pretendía pisar y machacar, por eso se hizo disidente atreviéndose a crear su propia productora frente a la poderosa Twentieth Centaury Fox. Ese fue, entre otros, uno de sus pecados, ahí empezó la destrucción de Marilyn, aunque también tuviese algo de autodestructivo, pues ese es un rasgo que suele abundar entre quienes optan por los senderos de la mano izquierda.

Y ese suele ser un camino difícil y solitario, como expresaba Marilyn en un poema: “Sólo parte de nosotros llegarán/ a tener parte de los demás… / la verdad de cada uno es eso/ solamente- la verdad de cada uno./Sólo podemos compartir/ la parte que dentro del conocimiento de otro es aceptable/ por consiguiente/ estamos más bien solos.” Y en la cima, sabiéndose tan deseada como que sus deseos eran imposibles, debió ser algo terrible y turbulento.

De la filmografía de Marilyn creo que hay una película, poco conocida, que se le acerca como personaje, al mismo tiempo que le ofreció unas posibilidades dramáticas que se le negaron en otras donde aparecía como rubia frívola y superficial. Se trata de Niebla en el alma de Roy Baker, en la que encarna a una niñera perdida en sus nebulosas mentales, tan frágil como perturbadora, mostrando esa dualidad de sensualidad e inocencia. Basta con ver su mirada en los primeros planos de la película, para percibir lo perdida que está, los conflictos interiores que invaden al personaje.

Pues Marilyn Monroe es ante todo mirada, una presencia que llena la visión y seduce, que aspira a todas las sugerencias posibles, aunque venga acompañada de un maravilloso cuerpo traslucido. Y ese cuerpo sigue perdido en Vidas rebeldes, pero frente a otras de sus películas, se niega a ser objeto, es fantasía (como ella misma se planteó) pero no obsesión falocrática por lo cual se rebela desde la sensibilidad y la inconformidad consigo misma y loa que le rodea.

Marilyn será ante todo imagen, pero de unas a otras existen abismos, de quien pretendía colgarla como parte del glamour de la industria de Hollywood, (que ella detestaba)a quien es capaz con una sola pose de sugerir todos los estados animo posible, desde la jovialidad a la tristeza, el pensamiento, la sensualidad, la provocación… Quizás por eso existen miles de fotografías de Marilyn, incluso siguen apareciendo como si estuviesen esperando escondidas en cualquier rincón, formando toda una filmografía sobre la vitalidad y la tragedia. Por eso entrar a estas alturas sobre si era buena o mala actriz, me parece algo superfluo; simplemente era Marilyn.

A los cincuenta años de su muerte Marilyn Monroe sigue siendo uno de esos mitos eternos que la hacen de alguna manera, seguir viva. Ella se ha quedado ahí, aún joven, en el punto justo donde la decrepitud solo eran unas incipientes arrugas. Participando en una treintena de películas, se han escrito cientos de libros sobre ella, posiblemente millones de artículos, podemos encontrar su imagen en cualquier parte y ha provocado un infinito número de sueños.

Parece increíble que una vida de 36 años de para tanto, pero el mito suele concentrar los deseos colectivos por generaciones enteras. Porque el mito Marilyn va de la oscuridad a la claridad, se mueve en la luz y entre las penumbras, por eso es tan perdurable.

Hace poco ha aparecido uno de esos libros que vuelven a tocar el tema del suicidio de la artista, si existió o no. Más allá de si los barbitúricos que tomó buscaban la muerte, hay algo claro, como dijo Antonin Artaud de Van Gogh, “el suicidado por la sociedad”, Marilyn Monroe, el sueño y la pesadilla de Norma Jean, también fue “suicidada”o como se preguntaba Bob Dylan en una canción: “¿Quién mato a Norma Jean?/ Yo, respondió la ciudad.”

 

Pedro Antonio Curto escribe desde España

 

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