¿Por qué está el ejército en la calle?

En todo el mundo, los ciudadanos protestan contra el aumento de la desigualdad, los recortes en los programas sociales y la corrupción que viene por encubrimiento de diferentes gobiernos de turno.  No es nuevo que la sociedad se movilice para elevar su voz y muestre su insatisfacción por las leyes que los están oprimiendo. El uso de la desobediencia civil es una táctica usada para demandar un diálogo y para que los manifestantes sean escuchados. Sin embargo, la respuesta a estas marchas, incluso en pleno siglo 21, es el mismo: movilización de la policía y el ejército para detener la protesta legítima de la ciudadanía en las calles.
Por lo tanto, lo que ocurre cuando el gobierno decide usar la fuerza militar para «imponer la ley y el orden» lleva a la siguiente pregunta: ¿a quién sirven los militares?  
Al crecer aprendí en las clases de historia que los militares eran una parte integral del país y su importancia radicaba en defenderlo en caso de invasiones militares de otros países. Tomé en serio estos mensajes y vi a los militares como un grupo de personas que dan su vida para proteger a la nación. Aunque siempre me quedó la inquietud porque alguien debe mostrar su patriotismo tomando las armas cuando puede también mostrarlo pagando sus impuestos, ayudando al vecino y si era necesario ir a las movilizaciones y marchas para demandar cambios.
Sin embargo, si examinamos la historia, el mensaje que los militares son imprescindibles en la seguridad de un país no es un 100 por ciento correcto. Si hacemos un repaso histórico vemos que los militares han sido utilizados para la extensión de los territorios, genocidios de las poblaciones originarias en el continente y como una fuerza privada para garantizar protección de las corporaciones y trasnacionales. 
En todo Estados Unidos después de las guerras de independencia, los generales a menudo se convirtieron en los líderes del gobierno, ya sea Washington en el norte o Bolívar en el sur. La historia de los militares y el control de los gobiernos van de la mano. Sin embargo, lo que sucede con más regularidad es que los jefes  militares seleccionan líderes civiles para proporcionar cobertura a sus planes militares. En el pasado, los líderes militares gobernaban con sus uniformes, pero ahora buscan peones disfrazados de abogados, empresarios y líderes religiosos.
La verdad es que en Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, Honduras, Colombia, Brasil y Estados Unidos (solo por mencionar algunos ejemplos) el ejército está en las calles reprimiendo a la población. Por ejemplo, en tan solo unas semanas en Chile, más de 280 personas han perdido la vista por las tácticas militares de disparar a los ojos de los manifestantes. En Ecuador las comunidades campesinas han sido arrestadas con gases lacrimógenos y palizas. En Bolivia los militares impidieron que un grupo de familias con féretros puedan enterrar a sus familiares. Además, justo ahora en Colombia los militares están siendo llamados a la calles para detener a la población que está manifestándose. 
Si cree que esto ocurre solo en el sur, no podemos olvidar que en 2014 vimos tanques en las calles de Ferguson, Missouri, luego del asesinato del joven afro estadounidense Michel Brown por un policía blanco. Se trata de una escena que se ha repetido en todo Estados Unidos a través de la militarización de las fuerzas policiales en todo el país. 
Si ampliamos nuestra mirada a Asia, en Hong Kong, podemos ver además el uso de la fuerza policial y estilo militar para reprimir las protestas que llevan meses. En Israel, el gobierno está en continúa ofensiva contra civiles palestinos, disparan a matar en Gaza y ahora último disparan a los ojos de la periodistas que cubren las noticias de los ataques. En todo el mundo se están desplegando fuerzas militares contra sus propios ciudadanos. El mismo patrón se repite una y otra vez.
Cuando un gobierno decide poner al ejército en las calles está demostrando que lo que quiere es reprimir la disidencia y no entablar un diálogo. Las fuerzas militares son profesionales entrenados para detener y luchar en guerras. Entender esto es esencial para comprender el papel de los militares en las calles. Por lo tanto, si un gobierno ordena a los militares que detengan las manifestaciones o las marchas, la razón principal es una demostración de fuerza para alentar el terror e informar al público que están ellos a cargo y tienen el poder en sus manos.
Entonces, ¿cuál es el propósito de tener ejército? ¿Es para defender al pueblo o al gobierno de turno? ¿Es para decidir quién será el presidente y poner bandas presidenciales? ¿Se ha convertido el ejército en otro grupo de intereses especiales que solicita una gran cantidad del presupuesto nacional para sus propios beneficios? Estas preguntas deben hacerse en medio de las confrontaciones dolorosas en las que los militares están matando a sus propios vecinos y violando a sus propias hermanas en las calles. Es nuestro deber cuestionar el uso de la fuerza militar.
En una sociedad democrática cuando los gobiernos de turno se enfrentan a la oposición con violencia y buscan silenciar la voz de los jóvenes que salen a reclamar disparándoles a los ojos para dejarlos tuertos; cuando la ciudadanía ya no puede protestar  y se les prohibe tener acción de crítica, es innegable que nos estamos dirigiendo hacia un autoritarismo brutal.
 
 

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