Dr. Rafael Lara Martínez: “Trato de escribir periodismo cultural, en vez de trabajo académico”

Foto cortesía.

Por Ramón Jiménez

Resumen de una entrevista con el escritor, profesor universitario e investigador salvadoreño Dr. Rafael Lara Martínez, quien presentará dos de sus últimos libros a través de Facebook Live a cargo de la Casa de la Cultura de El Salvador en Washington, que tendrá lugar el miércoles 29 de septiembre a las 11 de la mañana (hora de Washington, 9 de la mañana en Centroamérica, 10 de la mañana en México); un horario inusual debido a que el autor reside en Francia, que tiene una diferencia de seis horas con el horario de la Costa Este de Estados Unidos.

Tengo entendido que a finales de este mes lanzará al público su más reciente publicación. ¿Cuál es el tema principal de su libro y a qué público va dirigido?

Trato de escribir periodismo cultural, en vez de trabajo académico. Este cometido lo logro gracias a ensayos cortos que relacionan temas pasados a la actualidad, por ejemplo, la migración, la sexualidad y la violencia de género, la orfandad y el exilio, las epidemias, la masculinidad, la memoria y el olvido. La problemática central consiste en establecer la relación entre el hecho y la experiencia. Se insiste demasiado en la objetividad como si los seres humanos carecieran de la capacidad de habla, esto es, fueran incapaces de relatar sus vivencias y de conceptualizarlas de una manera particular. En este sentido, la poética complementa la historia (véase la respuesta 10). 

Sé que sus libros han sido publicados en diferentes países, tanto en Latinoamérica como en Europa y Australia. ¿En El Salvador tienen aceptación sus libros como en otros países?

Quizás lo tienen más en El Salvador, pese a mi lejanía física, pero a mi cercanía espiritual. Sigo publicando en revistas y periódicos en internet, como ContraPunto con Juan José Dalton, y con grupos de escritores colegas, como Carlos Clará, Ada Membreño, y charlas que ofrezco en Universidades; recientemente en la Universidad de El Salvador-Santa Ana y el Instituto Tecnológico Centroamericano.  Y, por supuesto, con Jeannette Noltenius, en la Casa de la Cultura [de El Salvador en Washington]. 

Jaraguá.Cuatro ensayos. portada.

Usted ha vivido mucho tiempo en Estados Unidos. ¿Se siente más cómodo escribir en inglés o en español? ¿Escribe también en francés?

Escribo más que todo en castellano y, a veces en inglés. Al menos, siempre incluyo un «abstract» en inglés. Perdí la costumbre de hacerlo en francés, aunque ahora vivo en Francia y me muevo libremente por esta ciudad de Dijon, como si fuese la mía. Tal vez en el futuro lo haga. 

Su amplia preparación académica incluye universidades de prestigio como la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, la Universidad de La Sorbona en París y en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México. ¿Cuál considera le ha solidificado más sus conocimientos, aunque son campos diferentes?

En verdad, según el dicho, la variedad hace el gusto.  Cada país —México, Francia y EE. UU.— me aportó un gran bagaje cultural y académico.  Así pude ahondar en la historia cultural salvadoreña, desde perspectivas inéditas y controvertidas, como el género y el enlace arte-política.  En este sentido, vivo desgajado entre lo físico y lo mental, entre el lugar donde vivo y el lugar que pienso. Lo asumo como el exilio constitutivo de la condición humana desde la salida natal de la Matria. 

La Sonrisa de la Jícara. portada.

Usted ha sido galardonado con dos de los más importantes premios en El Salvador relacionados con la Cultura. ¿Aquí en Estados Unidos y otros países ha recibido más reconocimientos por su aporte a la Cultura?

Sí, obtuve un reconocimiento por mi investigación en New Mexico Tech, pero no la he recibido en otro país.  Fue un verdadero galardón que una «STEM Institution» reconociera mi labor de investigación. En anticipo de la siguiente respuesta, vivo en mi mundo recluido en la escritura.  Los reconocimientos oficiales son secundarios ante la primacía de la creatividad. 

Vivir y trabajar en Nuevo México —un estado con bastante presencia hispana— ¿le abrió campos que en otros estados posiblemente no los incrementaría?

No lo sé. Como trabajé en un instituto científico —New Mexico Tech (NMT)— mis colegas realizaban un trabajo muy distinto al mío.  La verdad, asumo el emblema de Luis Cardoza y Aragón: «sólo en soledad, solitario y solo». Hago mi trabajo, investigo, escribo y lo difundo en los sitios que me conceden la oportunidad de hacerlo. Hoy vivo en Dijon, Francia, muy lejos de mi ambiente anterior.  Pero sigo activo y creativo.  Siempre estaré en deuda con NMT por haberme concedido la libertad de investigar, de crear una obra y de ofrecerme un galardón por ello.

¿En qué área se siente más cómodo impartiendo clases a nivel universitario?

He impartido clases de lenguas —castellano y francés elemental— al igual que de literatura latinoamericana, de historia cultural y de mito-poética náhuat, también de lingüística y de antropología.

Me he enterado que cuenta en su haber con una quincena de libros escritos en los últimos veinte años, algunos con títulos muy sugestivos como “Balsameras bajo la Guerra Fría” o “No pronuncies mi nombre”. ¿Están basados en hechos de la vida real?

Sí, lo están, pero esos hechos reales los recubren vivencias subjetivas.  Me refiero a que los hechos —valga el juego de palabras— los hace el ser humano mismo que vive un evento.  Los percibe y los narra.  Por ejemplo, «Balsamera» documenta cómo se conforma un indigenismo oficial en pintura, luego de la masacre indígena de 1932 en El Salvador.  Plantea un desfase entre los hechos y su consciencia.  Fíjese que hasta el 2021 casi no existen relatos en la lengua náhuat que narren la perspectiva indígena de los eventos.  Tal seria la paradoja de establecer un indigenismo sin lengua indígena.  Otro ejemplo de este enfoque es tan simple como entender la preñez desde la perspectiva de la mujer encinta —testimonio subjetivo vivo— o desde la óptica del ginecólogo, objetividad científica. Mi anhelo es documentar la primera visión mito-poética, la de los seres humanos que viven los hechos, en contraposición a la objetividad sin vivencia. Ese dilema lo desgloso en los libros a presentar en la Casa de la Cultura. El testimonio es tan sencillo —pero controvertido— como declarar que el concepto jurídico de «acoso sexual» data de los años setenta del siglo XX y antes existía el «derecho de pernada», que obligaba a la mujer subalterna a rendirle servicios sexuales al hombre superior. Tema tabú, casi sólo lo refiere la ficción y la fantasía: hechos reales de una masculinidad revestida de seda, para que nadie reconozca la violencia. 

¿Cuál es su reflexión sobre el Bicentenario que celebró El Salvador el 15 de septiembre?

Acabo de publicar un largo ensayo y otro más breve al respecto, en los cuales explico que no hubo un proceso independentista, sino guerras fratricidas posteriores que mermaron la población indígena y subyugaron a la mujer (https://www.contrapunto.com.sv/el-bicentenario-desde-una-perspectiva-insurgente/).  Como se vio el 15 de septiembre en San Salvador, en vez de conmemoración, hubo un nuevo enfrentamiento entre partes oponentes.  Por desgracia, no hay celebración sino confrontación y falta de diálogo, esto es, se revive una posible pugna sin debate racional.  

¿Cuál será el tema de su próxima presentación virtual de la Casa de la Cultura de El Salvador en Washington?

Hay dos proyectos en perspectiva. El primero se centra en una lectura renovada de la novela regionalista clásica «Jaraguá (1950) de Napoleón Rodríguez Ruiz.  Estudio cómo su temática local —orfandad, violencia de género, migración, memoria-olvido y masculinidad— anticipan los problemas globales de la actualidad.  El segundo libro se intitula «La sonrisa de la Jícara.  Ensayos sobre la pandemia en honor a Luis Borja».  Examina el concepto de enfermedad y de epidemia en textos náhuat y en novelas clásicas salvadoreñas.  Ahí mismo analizo el confinamiento de la mujer, cuya cuarentena doméstica obligada la excluye de lo público.  Esta colección de escritos prosigue el ritmo del jazz, a manera de ensayos cortos, como chispazos de lava que provienen del Izalco.  En collage, se insertan varios poemas de autores diversos en honor a mi amigo y estudiante Luis Borja, quien murió durante esta epidemia. 

¿Considera que en la literatura, arte y letras salvadoreñas están surgiendo nuevos nombres que le den continuidad o se han estancado?

Hay nuevos nombres, pero hace falta divulgarlos. Sería tarea del Ministerio de Cultura y de Relaciones Exteriores publicarlos y difundirlos en el extranjero.  Ese proyecto existió durante varios períodos presidenciales del siglo XX.  No sólo hubo revistas —incluso bilingües castellano-inglés— sino también hubo agregados culturales que diseminaban la cultura nacional y contribuían a investigar la literatura y el arte.  Muchos escritores de prestigio obtuvieron apoyo de ese tipo para escribir y publicar su obra.  Por desgracia, esos proyectos decayeron y hoy ya no existen. 

—¿Usted nació en San Salvador o en otro pueblo de El Salvador? ¿Con qué frecuencia visita su país de origen?

Nací en San Salvador, pero mi madre era de Comasagua, [Departamento de La Libertad] en La Cumbre, zona cafetalera en la cordillera del Bálsamo, desde la cual se puede bajar hacia el mar, a la altura de La Perla, luego del tercer túnel de la carretera del litoral.  Este pueblo lo visitaba varias veces al año durante mi niñez y adolescencia y de ahí bajábamos en mula hacia la costa.   Antes solía ir al menos una vez al año al país.  Por desgracia, las cosas han cambiado y ahora no lo visito desde hace dos años y medio.  Ojalá en el 2022 pueda visitar el país de nuevo. 

 

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