Mártires religiosos que nunca mueren

Por Ramón Jiménez

Ser un sacerdote practicante de la Teología de la Liberación y trabajar en estrecha relación con las comunidades a las que servía, era como cometer un «pecado capital» o ser condenado a una sentencia de muerte por parte de los cuerpos represivos del gobierno salvadoreño en la década de los años setenta.

Bajo esa errada visión de las fuerzas de poder fue como un 12 de marzo de 1977 el jesuita Rutilio Grande se convierte en el primer sacerdote católico en ser asesinado —de una larga lista— en los doce años de guerra civil.

El reverendo Whit Hutchison destacó la memoria de Rutilio Grande. Foto: Ramón Jiménez.
El reverendo Whit Hutchison destacó la memoria de Rutilio Grande, cuya fotografía se ve al fondo. Foto: Ramón Jiménez.

La muerte de Rutilio Grande causó tanto tanto impacto en la vida religiosa del arzobispo de San Salvador monseñor Oscar Arnulfo Romero, que hizo dar un giro de 360 grados al pensamiento conservador del prelado.

A partir de esa fecha Monseñor Romero se convirtió en el más duro crítico de las políticas del gobierno, que cometía una serie de violaciones a los derechos humanos y civiles de la gran mayoría de los salvadoreños.

Pero las críticas de Romero terminaron el 24 de marzo de 1980 —tres años después de la muerte de Rutilio Grande— tras ser asesinado por escuadrones de la muerte de un tiro al corazón, mientras oficiaba misa en la capilla de un hospital para pacientes con cáncer, al poniente de la capital salvadoreña.

Frankie Flores recuerda al sacerdote asesinado, quien fue su amigo. Foto: Ramón Jiménez.
Frankie Flores recuerda al sacerdote asesinado, quien fue su amigo. Foto: Ramón Jiménez.

La muerte de Monseñor Romero fue la chispa que encendió la guerra civil entre fuerzas insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) contra el ejército y fuerzas paramilitares salvadoreñas.

La memoria de Rutilio Grande todavía palpita entre los salvadoreños que lo conocieron.

«Tuve la dicha de conocer al padre Rutilio y trabajar junto a él», dijo Frankie Flores, durante un homenaje ofrecido en la Casa Rutilio Grande en Takoma Park, Maryland, un centro donde constantemente se reúne la comunidad salvadoreña residente en la región metropolitana de Washington, para celebrar sus logros o informar sobre proyectos de trabajo de beneficio colectivo.

Flores se cuenta entre las muchas víctimas que fueron torturadas salvajemente por los cuerpos represivos, durante la guerra civil que dejó unos 75 mil muertos y miles de desaparecidos y lisiados de guerra, así como miles de familias desintegradas, que en mucho casos nunca se volvieron a encontrar, o si lo han hecho, después de largos años de separación.

Con cánticos fue recordada su vida y obra. Foto: Ramón Jiménez.
Con cánticos fue recordada su vida y obra. Foto: Ramón Jiménez.

También el activista José Ramos destacó la labor pastoral que realizó el sacerdote particularmente en las poblaciones de Aguilares y El Paisnal en el departamento de San Salvador.

Un pequeño ritual religioso fue ofrecido por el reverendo Whit Hutchison de la Iglesia Metodista, quien se relaciona con los salvadoreños del área y ha visitado ese país en varias ocasiones en misión de trabajo.

Hutchison conoce muy bien el duro trabajo realizado por el sacerdote Rutilio Grande, cuyo nombre fue mencionado por el Papa Francisco como posible candidato a ser canonizado, como ya lo está siendo el Vaticano con Monseñor Romero, aunque ya es conocido como San Romero de América por muchos católicos en diferentes países del mundo.

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